Se dice por ahí, que ni de religión ni de
política es saludable hablar, sin embargo como me he propuesto hablar de todo
considero que este es un tema siempre muy interesante.
Nací por decirlo así, en una cuna religiosa, sin
embargo con el paso de los años y gracias a mi padre fui incentivada a buscar
mis propios caminos, lo que me ha llevado a una comprensión personal de Dios y
de su participación en mi vida, sin embargo cuando analizo esta situación me
doy cuenta que la religión no tiene nada que ver con la comprensión de Dios,
pues esto último es una experiencia muy personal en la cual nadie ni nada puede
interferir.
A mi forma de ver, creo que una religión bien
entendida (sea cual sea) debería darte las bases a toda persona como para
respetar a su prójimo en todo el sentido de la palabra, sin embargo la historia
nos muestra una y otra vez como en nombre de Dios y defendiendo una religión,
las personas se han alzado en armas para defender lo indefendible.
Considero que nadie es poseedor de la verdad
absoluta y que ante toda situación siempre hay dos caras de la moneda, es por
este motivo que si de religión se habla, es sabio respetar a los demás en sus
creencias aún cuando no las compartan.
En mi incursión sobre religión he comprendido que
la religión no es más que un canal para acercarte a la comprensión de Dios,
cuyo fin no es otro que entregarte una cierta disciplina al respecto, pero
reitero... si cada religión se entendiera como corresponde con las bases de
amor y fe que tiene cada cual, no deberían existir las guerras, puesto que
ellas en si enseñan el respeto y la compasión por el prójimo.
Por tanto, mi conclusión sobre este tema es... las religiones solo cobran un cierto grado
de importancia en el sentido de que deberían entregarte la base del respeto al prójimo
y el comienzo de la forma de relacionarte con Dios para llegar a una
experiencia personal con Él.
Finalmente les dejo las sabias palabras de Jesús,
como para que mediten un poco en ello.
El gran mandamiento (Mt. 22.34-40), Versión Reina Valera.
28 Acercándose
uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había
respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el
Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
31 Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos.
32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es
Dios, y no hay otro fuera de él;
33 y
el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los
holocaustos y sacrificios
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