Cada cual tiene dentro un ser idílico que es la versión propia de sí mismos,
a ese ser interno intuitivamente lo protegemos, lo adornamos y lo mantenemos
siempre en un pedestal y procuramos que nada externo lo afecte. Ese ser interno
mantiene nuestro ego, nuestra autoestima, y básicamente nuestra escencia. Él es
quien se encarga de hacernos seres únicos ante la sociedad.
Sin embargo muchas veces la versión interna de nosotros dista grandemente
del ser externo que reflejamos. y es que mayormente nos presentamos ante los
demás con una careta diferente cada vez, dependiendo de con quién nos estemos
relacionando
Ahora, son pocas las personas que más o menos logran reflejar externamente
quienes son internamente...esas personas
son pocas y a esas personas las denominamos consecuentes, pues normalmente lo
que piensan lo llevan a cabo en sus vidas y se esmeran por vivir de acuerdo a
sus ideales.
La mayor parte de nosotros pasa por etapas y a medida que vamos creciendo y
madurando, aprendemos a ser cada vez más consecuentes, cada vez más mientras
avanza la edad aprendemos a aceptar, a validar a respetar a las demás personas
en sus posturas y así también vamos poniendo pies firmes sobre la tierra y
aprendemos a hacernos valer nosotros mismos, respetando nuestras líneas de
pensamientos.
El ser consecuente es importante, porque te permite transformarte en un ser
creíble, responsable y en quién se puede depositar confianza. Si no existieran
este tipo de personas la sociedad iría rumbo a la decadencia a un paso mucho
más acelerado del que ya se encuentra.
Finalizando, una idea, cuando es tomada, analizada y llevada a la realidad
para materializarse, termina siendo una sucesión de consecuencias, cosa que
generalmente se transforma el algo mucho mayor cuando es percibido por alguien
más, puesto que aquella persona que logró ser consecuente se transforma en un
líder o un ejemplo para la sociedad.
Aprendamos a mantener una concordancia entre lo que se piensa, lo que se
dice y lo que se hace, para crear un futuro mejor.
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